Todos somos ignorantes, solo que en temas distintos. Como decía Sócrates: «Solo sé que no sé nada», recordándonos que el conocimiento es infinito y la humildad intelectual es sabiduría. Albert Einstein añadió: «Cuanto más aprendo, más me doy cuenta de lo mucho que ignoro». La ignorancia no es un defecto, sino un punto de partida. Reconocerla nos abre puertas al aprendizaje y nos hace más compasivos con los demás. Al fin y al cabo, nadie lo sabe todo, pero todos podemos aprender algo nuevo cada día.