Feliz yo que tendido boca arriba,
sin amo, sin mujer, sin nada de eso,
ni me duelo de Job, ni envidio a Creso,
ni me importa que el diablo muera o viva.

  Indiferente a lo que el docto escriba,
en holganza constante me esperezo,
y después de roncar, canto el bostezo,
y después de cantar, Morfeo me priva.

  Aquella maldición que Adán nos trajo
de que al hombre le sude hasta su lomo
para comer un poco de tasajo,

  por una chanza del Señor la tomo;
pues si yo he de comer de mi trabajo,
entonces, ¿la verdad?… mejor no como.

 

Antonio Plaza Llamas