La vida nos lanza a veces situaciones que no elegimos: problemas, pérdidas, obstáculos. No podemos controlar esas realidades externas. Pero hay un espacio de poder dentro de nosotros: nuestra respuesta. No puedes evitar la lluvia, pero sí decides si te mojas o buscas un paraguas. No puedes borrar un error pasado, pero eliges si te paraliza o aprendes de él. Ante un muro, puedes lamentarte, buscar una puerta, o incluso empezar a escalar.

El dolor puede ser inevitable, pero el sufrimiento es innecesario y a menudo depende de cómo lo afrontemos. Nuestra fuerza no está en cambiar siempre las circunstancias, sino en decidir con qué actitud y acciones las enfrentamos. Al final, el verdadero control reside en elegir nuestra actitud y nuestro siguiente paso. Ese es el poder que tenemos en nuestras manos.