Globalización: el teléfono móvil

Hoy en día vivimos en un mundo globalizado. Aún en países que hasta hace unos días han estado apartados de occidente puedes encontrar cosas que consideras innatas de nuestra cultura y día a día: así, puedes ver a un hombre sentado en cuclillas en la entrada de un templo budista leyendo un periódico local con colores raros para ser un periódico de tu país y caracteres que no entiendes, pero ahí está la cara de Mouriño. O puedes ver a un pobre pescador en un lago, vestido con la camiseta del Barcelona pescando de una forma tradicional que ha perdurado decenas de años en esa  zona.

Pero la muestra más característica de la globalización es el uso del móvil por todo tipo de gentes, desde los endomingados que visitan los templos el día de fiesta, a los vendedores callejeros de los productos más insospechados, pasando por los mismísimos monjes budistas. Su tecnología ha llegado en pocos años a aquellos lugares remotos donde nunca llegó el teléfono normal por el coste elevado del tendido de cables. A sus funciones de comunicación entre personas, a sus aplicaciones como callejeros, navegadores y tarificadores para los taxistas, la funcionalidad estrella es el selfi, utilizado como principal reclamo publicitario en las campañas para venderlos.

Estas fotografías son una muestra de la vida de la calle en Rangún, antigua capital de Birmania, donde el móvil está presente en la mayor parte de sus momentos. Tras la sorpresa por ver cómo los móviles y la tecnología se apoderan de sus vidas como lo hacen con las nuestras, me pregunto ¿Cómo podrá pagarse el teléfono toda esta gente? ¿El precio que nos cobran a nosotros será real?